Ante el dolor de nuestro día a día, nuestra desesperación, nuestros problemas económicos, de hijos, esposos o familiares, ante la falta de trabajo, la amargura de sentirse que no encajas en este mundo, ante la soledad, Medjugorje es un lugar donde te olvidas de todo, de todos los problemas y de todas las penas, de todos los enfados y de todas las faltas de amor que uno siente dentro de su corazón. Al principio lloras al llegar aquí, sientes que tu realidad es demasiado dura para afrontarla, y de que manera se va a solucionar, pero cuando pasan las horas y los días, cuando te vas abandonando en los brazos de nuestra madre y le abres el corazón, que paz y cuanto amor siente uno en su corazón. No hace falta que nadie te invite a rezar, porque tú mismo tienes una necesidad en el corazón para aliviar tu propio sufrimiento de decir “Dios te Salve María”, y en cada oración sientes la presencia de Ella que te envuelve con un amor maternal.
Cuando llegamos enfadados con Dios por sufrimientos que nos han tocado vivir, es Ella con ese “Dios te Salve”, la que reblandece el corazón y hace que las lagrimas broten del corazón en un anhelo del más puro amor.
En ese instante te das cuenta, de cuanto la has necesitado durante todo el tiempo, y que Ella siempre estuvo junto a ti, solo que has sido tú mismo el que te alejaste, el que un día decidiste darle la espala a ese amor puro, sin darte cuenta de que aquel distanciamiento traería mucho sufrimiento.
Querido peregrino, si es la primera vez que vas a ir a Medjugorje, déjate abrazar por los brazos de una madre que nunca se cansa de esperar a sus hijos, que te ayudará a experimentar el más puro amor de Cristo, un amor que no se puede encontrar en las cosas materiales ni las que te ofrece el mundo y si ya has venido más veces, simplemente abrázala con la oración del corazón.
Bendiciones. La Paz
Fdo. Un peregrino